¿Qué pasó con el desplayo de Gómez Carreño?
- Editor de la Revista IS
- 14 feb 2019
- 2 Min. de lectura
Liliana Castillo Zeballos
Teorías sociales.
Extracto de las crónicas publicadas entre marzo y abril del 2019.
Desde que nací viví en Gómez Carreño, en varios sectores de los 6 que lo componen, hasta tener 19 años, donde migré hacia el interior, Peña Blanca. Mi abuela materna vivía en la entrada del 4° sector calle 3 poniente, mientras que mi abuela paterna lo hacía en el centro, a una distancia de unas 3 pequeñas cuadras una de la otra. Pase gran parte de mi infancia y pre-adolescencia junto a mi abuela materna, pese a vivir un tiempo donde mi otra abuela, por lo que les contaré como fue la infancia ahí, y de cómo era el espacio físico destinado al juego, conversación, pololeo, travesuras y copuchas.
Hablare sobre los domingos y vacaciones de verano; pues los invierno será omitido ya que recuerdo siempre mis vacaciones de invierno lluviosas y en casa, hablare sobre esos días en que se juntaba la familia en casa de mi abuela materna, cuestión que era costumbre en el barrio pues pasaba lo mismo en la casa de los vecinos, por lo que muchos niños nos reuníamos en el famoso “desplayo” a pasar las tardes.
Este “desplayo” se encontraba rodeado por 4 manzanas, de casas pareadas por un costado. Un cordón de frontis enmarcaba este espacio, y dicho espacio era solo de tierra y bastante amplio, podría estimar ahora que su ancho era más menos la de unos 4 autos en forma de hilera, piénsenlo en metros cuadrados. Recuerdo que a veces un gran grupo de niños de diferentes edades se apoderaba del “desplayo” jugando a la pelota, se tenía plenamente identificada la casa donde NO debía caer la pelota, ya que no se volvía a ver. Otras veces, grupos mixtos decidíamos hacer algún tipo de juego de rondas, luche, cuerdas, escondida, al pillarse, incluso el popular ring ring raja, en donde el “desplayo” se utilizaba solo como centro elaborador de ideas, ya que después nos escabullíamos entre las manzanas, como si nadie nos hubiese visto planeando la idea.
Digo esto, porque, como lo mencioné con anterioridad, mi tata estaba jubilado, y cuando estaba aburrido se sentaba en una silla que daba hacia la ventana y esta, hacia el “desplayo”. Miraba todo mientras el visillo de la cortina lo escondía, entonces a veces era él quien nos delataba o les contaba a nuestras madres.
Recuerdo una vez a un grupo grande, entre nietos de dueños de casa y algunas visitas, hicimos un grupo de unos 10 niños de entre 6 y 12 años más o menos, se nos ocurrió la genial idea de hacer una ronda, pero un poco más veloz, y para agregarle emoción decidimos hacerlo de espaldas. Tengo la imagen de mi prima de 6 o 7 años incorporándose luego de salir desprendida de la ronda con la boca, lengua y dientes llenos de tierra y llorando, ahí se acabó esa ronda creo, o quizás solo se fue ella para la casa y nosotros seguimos, no recuerdo bien, sí la sensación adrenalínica de la ronda al revés fue más fuerte para seguir.
Comments